“Don’t read my diary when I’m gone. OK, I’m going to work now, when you wake up this morning, please read my diary. Look through my things and figure me out"

- Journals, Kurt Cobain

   
"Just a boy and a little girl
Trying to change the whole wide world
Isolation
The world is just a little town
Everybody trying to put us down
Isolation"


miércoles, 3 de abril de 2013

Sin título - Capítulo 1

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Algunas noches atrás, empecé a pensar en esta historia, entre sueños. Hoy me levanté sobresaltada al darme cuenta que inconscientemente continué la historia en mi cabeza. Así fue como decidí que voy a escribir sobre ello. No sé a dónde me lleve esta historia, pero voy a intentarlo. Por ahora, no tengo un título. Se agradecen las críticas honestas (cualquier comentario que quieras hacer, no dudes en escribirlo al final de esta entrada)

...

Sin título
Capítulo uno

Desperté abruptamente esa mañana, recostada sobre el suelo de mi habitación. Mientras intentaba abrir mis ojos, luego de estar sumergidos tantas horas en oscuridad, noté que la ventana estaba abierta y que la luz del Sol invadía cada rincón de mi dormitorio con un sombrío resplandor mortuorio.
Corrí hacia la ventana tratando de no ser vista desde afuera de la casa e intenté descifrar lo que estaba sucediendo. Un sonido de docenas de pies marchando,  al monótono ritmo de siempre, invadió mis oídos. Me apresuré a cerrar la ventana, procurando no llamar la atención de aquellos que se acercaban a mi casa.
Partidarios. Seguramente eran ellos, realizando una de sus revisiones semanales a cada uno de los decadentes barrios de la ciudad. ¿Por qué lo hacen? Si tengo que explicarles quiénes son los Partidarios de la manera más sencilla, creo que los describiría como zombies, incapaces de cuestionarse a sí mismos, sus acciones y, sobre todo, las órdenes de “El Partido”.
Vivimos bajo el gobierno de tiranos desconocidos, a los cuales no podemos asignarles nombres ni rostros.  La gente vive aterrada, y por lo tanto, controlada. Pero muchas veces me he puesto a pensar… ¿quién nos controla? ¿Nadie se pregunta eso?
Tal vez sea algo obvio para mí, pero la sociedad fue preparada para esto, para creer sin cuestionar.
Cuando iba a la secundaria,  comencé a darme cuenta de que El Partido destinaba cada vez menos dinero a la educación.  Esto era esencial para mantenerse en el poder: menos educación significaba menos personas informadas, menos personas que se podrían oponer a su sistema, menos revolucionarios.
Al terminar la secundaria, comencé a estudiar Psicología en la Universidad. Una vez recibida, me encontré en una sociedad llena de locos, pero sin trabajo. La gente se mantenía encerrada en sus casas, impresionada de la cantidad de Partidarios armados marchando por las calles, siempre listos para destruir.
Sí, de eso se trata. Destruir libros, revistas, películas, discos, televisores, radios,  computadoras; destruir posibles insurgentes, destruir todo aquello que simbolice el contacto entre dos humanos. Y si eso los lleva a matar… poco les importa.
Me encontré sumida en mis pesadillas cotidianas unos cuantos minutos, hasta que un ruido ensordecedor me hizo volver a la Tierra. El metal de las armas de los Partidarios chocaba contra la débil madera que constituía la puerta de nuestra casa. Bajé las escaleras descalza, intentando no ser percibida.  Quería asegurarme de que mi hermana Lizzie estuviera a salvo. Nos llevamos 6 años de diferencia y ella tenía ya dieciocho años cuando esto sucedió. Sabía que mi ella estaba en la planta baja, leyendo alguno de los libros que le había prestado.
Cuando llegué al living, me encontré allí con mi madre y mi hermana, todas en silencio, sin moverse. Nos miramos fijamente y decidimos que no había nada que hacer, ya era demasiado tarde. Sólo quedaba esperar.
La madera se quebró y, mientras las astillas se dispersaban por los alrededores, veinte hombres, vestidos con los típicos uniformes color bordeaux, entraban y poblaban nuestro living.  Rápidamente levantaron sus armas, apuntándonos a cada una de nosotras.
- ¿No hay nadie más en el lugar?- preguntó ásperamente uno de los Partidarios sin hacer contacto visual con ninguna de las tres.
Luego de que nadie contestara, decidí que no era momento para lamentar desdichas pasadas y atiné a decir, crudamente:
-          Nadie más. Mi padre está muerto.
“Muerto por su culpa” pensé. Intenté contener mis lágrimas. Vi como el que había hablado le comunicaba a los demás, con la mirada, que podían registrar el lugar.
Cinco rifles me apuntaban directo al pecho. No podía (ni quería) moverme. Supe, en ese momento que debía tomar una decisión.
-  Jaynes, mire lo que encontré… - dijo irónicamente uno de los Partidarios al que nos había hablado, sosteniendo un libro con sólo dos de sus dedos, en señal de rechazo – 1984… de un tal George Orwell, ¿puede ser?
- Mitch, ordena a los demás que desocupen el lugar. Bueno, no es necesario que saquen a estas tres – aclaró el supuesto Jaynes mientras nos señalaba - Quemen la casa.
- ¡No deberían quemar ese libro! – interrumpió, desesperada, mi hermana – Después de todo es lo más parecido a su manual de instrucciones.
Todos los soldados aproximaron sus armas hacia mi hermana, con hostilidad. En ese momento, creí tener la solución. Probablemente mi familia entraría en shock y sería considerada una traidora por el resto de mis días, pero debía hacerlo.
- Esperen – dije a los hombres que me apuntaban, levantando los brazos levemente en señal de rendición – Quiero ser Partidaria.

lunes, 1 de abril de 2013

The dark girl rises

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He decidido volver a mis andanzas literarias. Y he decidido para eso utilizar este blog. Recordé a mis 69 seguidores y, con ayuda de la nostalgia que se apoderó de mi cerebro, tomé la decisión de seguirlos molestando deleitando con mis bellos escritos.

Espero que esto no sea algo momentáneo y que les guste todo lo que pasa por mi mente  (o al menos una parte)

Nos vemos,
Octaviana.
 

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